miércoles, 19 de diciembre de 2007

Darix II

Darix extendió el brazo herido hacia la espada, intentando rodear la empuñadura con sus dedos, pero ni siquiera alcanzaba a sentir el sudado cuero del mango. Le dolía todo y sangraba a borbotones por el vientre, se llevó una mano para contener la hemorragia e intento alzar la cabeza para verse la herida.

Fue entonces cuando comprobó la crueldad de Belenos, la diosa, que había dejado cerca del guerrero un escudo de bronce. Este escudo, abollado, era lo suficientemente nítido como para reflejarle; y se vio.

Recordaba la mañana anterior, cuando en la aldea se había despedido de su mujer frente al pequeño lago de su cabaña. Las ropas que antaño lucían blancas y limpias, de lino hilado a mano, caían ahora rasgadas, a jirones, sobre un cuerpo arado de tajos y heridas.


No quedaba nada de sus botas de piel de jabalí. Nadie en las canciones de Teutates narra el valor de los guerreros como realmente es. Nadie canta sobre el frío de los pies desnudos, con las botas peladas por la roca y la carrera, pisando cadáveres y sangre. Miró sus dedos destrozados y negruzcos, no necesitaban un reflejo para recordar su antigua fuerza cuando subía a los árboles por muérdago.

Temía levantar la cabeza, lo poco que su quejumbroso cuello le dejaba, alzó los ojos. Los ojos hundidos por una vida de tensión, cansados por la vigilia y rojos por la pérdida. Las mejillas, de pómulos altos, lucían heridas brillantes como rayos en la noche. Miró su barba, ahora nada más que un coágulo de pelo y sangre, y recordó la ceremonia de iniciación: cuando el Jefe le dijo que su barba era la mejor de los jóvenes del pueblo.

Hoy ni siquiera distinguía la boca, y sólo conseguía respirar muerte.

jueves, 13 de diciembre de 2007

Darix I

Los cuernos de guerra tronaron.

Darix ajustó la correa de su cinto y envainó la espada de su padre. Salía de su cabaña agachando la nuca mientras sonaba el fragor de las armas entrechocar entre sí: los guerreros se preparaban para la batalla. Él caminó hacia el lago, donde su hijo bruñía un escudo con esmero y un paño viejo. El pequeño le sonrió. Miró la aldea, en tonos pardos bajo la sombra de las diosas montañas. Y suspiró recogiendo el casco.

Fue en ese preciso momento cuando chapoteó una rana en el agua, y las ondas, turbando la calma de la laguna, le hicieron mirarse en ella.

Su rostro, tostado por los días, era alargado, como la mayoría de los otros galos en la aldea. La roja cabellera se escondía tras los hombros como hace el Sol al atardecer, y dos trenzas le encuadraban el rostro, alzando sus pómulos y afilando su gesto.

Sus ojos pardos se escondían como águilas al acecho, aún entrecerrados por el sueño. Y bajo éstos, la larga barba caía en maraña hasta el pecho.

Miró a su hijo con los ojos azotados. Se oía su respiración calmarse y excitarse cada instante.

Caminó hacia la pequeña figura y cogió el escudo. Volvió sobre sus pasos y se dirigió hacia los hombres. El reflejo del agua aún mostraba sus anchos hombros moviéndose al caminar.

domingo, 9 de diciembre de 2007

Negro

Todo lo abarca, todo lo atrapa, todo lo ahoga.

Y su letra es la o, pero no existen palabras. Ellas fueron las primeras.

domingo, 18 de noviembre de 2007

¿Frío o nostalgia?

Esto es, al fin y al cabo, de lo que sirven las mañanas de sábado en el sitio ése. No pienso hacer rutinario el colgar este tipo de ejercicios, pero con éste tengo una duda personal. A ver si alguien la resuelve:

Las noches por la mañana sorprenden cuando tienes diez años. Era una hora de caminata hasta el edificio de piedra. Las cuatro figuras paso a paso por la calle vacía, con las carteras a la espalda y las manos en los bolsillos. Desayunados. En el pueblo no pasábamos hambre, pero tú, Adela… Tú en esos tiempos adonde ibas era a buscar comida al metro, pobre.

De nueve a una, y de tres a cinco, los niños del pueblo nos reuníamos para observar una cabeza pelada y yerma que sobresalía de la sotana. De nueve a una. De nueve a… A las nueve ya todos nosotros habíamos cruzado la estepa rusa para llegar desde nuestras casas a la escuela. A las nueve todos habíamos escalado el Everest y colonizado la Antártida. Y todo eso, sólo con la trenca. Y sin bufanda algunos.

Recuerdo cómo esa trenca era rala y estaba raída. Los botones separados dejan siempre espacio suficiente como para que el aire entre por ellos y se te cuele bajo el jersey. Las ventanas grandes y acristaladas soportaban la soledad de cada mañana. Mamá decía que peores tiempos habían pasado. Y yo, frotándome las manos entumecidas, pensaba: “claro, como ella lleva guantes…”

Una vez dentro de clase, rascaba siete horas el grafito de mi lápiz contra la hoja. Porque eso no era escribir. Y mientras, el profesor, sucedía gemidos roncos con nombre de río español. Porque eso no era hablar.

Y recuerdo la estufa por su metal negro y plano, no por su función nula. La tarima plana y larga. Los niños respirando vaho y el espacio entre nosotros. El cristal del retrato. La cruz y las cuentas. El color gris.

Creo que es el color gris lo que me hace recordarlo todo.

lunes, 12 de noviembre de 2007

las flores del mal (II)


Empiezan a crecer demasiado alrededor, y empieza a agobiarme su olor y su forma.

Como me ahoguen, voy a acabar ardiendo como siempre. Esto es una simple declaración de intenciones, quizá con cierta intención confesional.

Y cuando arda, y cuando arda...!

Voy a maldecirme por no prever esto e intentar cortar por lo sano.

domingo, 4 de noviembre de 2007

Hambre y sed


Este otro poema, antiguo, le da otra visión a un asunto que ya traté. Le da mi visión en otro aspecto, de otra manera.

Quizá debiera retocarlo formalmente, pero me da pereza.

Nació frío, solo y desnudo.
Miró alrededor.
Necesitaba vivir, habría que pensar.
Tenía hambre, y tenía sed.

Buscó junto a él compañeros.
Pues en soledad nada sería posible.
No le importaba estar con otros.
Pero era su hambre, y era su sed.

Juntos encontraron comida
Reunidos y armados, así la obtuvieron.
Aunque primaba su hambre, y su sed.

Sus compañeros casi pensaron por él.
Necesitaban un líder, necesitaban repartir.
aún tenía más hambre, y más sed.

Luchó, venció, salió elegido líder.
Así pudo elegir lo mejor, lo mejor para él.
Pues era su hambre, y era su sed.

Una vez arriba, las cazas pasaban.
Nadie entendía por qué era eso lo único importante.
Sólo su hambre, sólo su sed.

Otro llegó, y con su propio cuchillo
Le reemplazó, cambió las cosas.
Ahora otra hambre, ahora otra sed.

Los demás miraban al nuevo.
Él mandaba y ya no oían sus quejas.
Pero para los otros nada había cambiado
Siempre hambre, y sed.

miércoles, 24 de octubre de 2007

Irlandalusí


¿Y adónde vas, adónde vas?
¿Adónde vas sola por el viento?

¿Adónde vas, adónde vas?
¿Adónde vas? Quiero tu aliento.

martes, 23 de octubre de 2007

xxxxx (Falso Valor)


Os propongo un juego, en torno a una poesía.

Aún no sé si ponerle el título que puede tener, así que quiero saber qué os transmite este poema y si alguien llega a entender lo que quise transmitir.

El título lo pongo en x, pero es una frase, las cuatro x es por no poner una solo. El subtítulo es falso valor. Con que se entienda el sentido del poema me basta, pero si a alguien se le ocurre un título (ya dije que es una cita famosa) será muy curioso haber coincidido conmigo.

Y, decidme cómo veis el poema, que quizá hasta lo borre.

Cruje la carne quebrada,
si cede paso al diente y al llanto.
Y a los ojos que queman
los lame un fuego liberado.

Salta la Bestia al gaznate,
que con uñas y garras se defiende.
Salta la Bestia al gaznate,
eco de un lupus ya perenne.

Sangre y gozo resulta
del hombre que pisa y somete.
Es el ser, es la vida.
Es fiero auspicio de muerte.

Salta la Bestia al gaznate,
que con uñas y garras se defiende.
Salta la Bestia al gaznate,
eco de un lupus ya perenne.

Sigue el acero al madero afilado,
romo ya de tanta sangre.
Mas en esencia todos imitan
a las garras del peludo Padre.

miércoles, 17 de octubre de 2007

Primera fase de la Congelación Elemental


Asumir las cosas necesarias permite caminar más rápido, más seguro y mejor.

Y de verdad, que me enorgullezco de que no duela.

lunes, 15 de octubre de 2007

Mañana


Leo despegó los párpados, si bien el movimiento fue rápido y enérgico. Su cuerpo estaba cubierto apenas por unas sábanas de algodón, y reposaba dulcemente sobre el colchón firme. Se llevó las manos a la cara para despejarse, la luz que entraba por el ventanal le cegaba, y algo dentro le empujaba a querer vivir el día; quizá fuese ese extraño sabor de boca, una exótica mezcla entre la satisfacción por algo anterior, y las ansias por algo a saborear. Movió el hombro sin darse cuenta, y un suave tacto cálido le acarició la piel, girando el rostro con un frotar sobre la almohada encontró que no estaba solo.

Ella tenía el pelo oscuro, y no le sonaba de nada. La observó desde su posición, aunque no pudo evitar girarse levemente para abarcar el cuerpo semidesnudo con la curva del suyo propio: necesitaba inconscientemente un contacto directo y continuo. Las telas arrugadas cubrían sus curvas con un decoro increíble, le pareció a él, colocadas con dedos divinos; le sugerían justo lo que prefería adivinar él mismo. No pudo evitar desalar su nuca antes de levantarse. Le extrañaba mucho no recordar a alguien así.

Una vez en pie, se puso la camiseta mientras observaba la habitación. Los tonos crema y blanco se cruzaban elegantemente, y todo parecía ordenado con un gusto exquisito y tenue al tiempo. Se acercó a la mesilla de ella, y agachándose como un niño que juega en la playa, observó el rostro dormido con gesto curioso. “La verdad es que es deliciosa”, pensó, “casi merece la pena despertarla para probar cómo es y conocernos”. Sin embargo, tenía hambre, y su práctica mente opinó que ésa era la verdadera preferencia.

Caminó descalzo por la moqueta saliendo de la habitación; el resto del piso, en tarima flotante, parecía recibir cada apoyo de sus pies con intención de atraparle: cálida y flexiblemente. Buscó la cocina de forma inconsciente, pues su mente no le permitía salir de un estado observante perpetuo, la casa era toda luz y eso le agradaba hasta casi la hipnosis.

Se preparó rápidamente un café, siempre se consideró un tipo ágil para satisfacer sus necesidades básicas, y con el vaso en la mano caminó hacia adonde le dirigieran sus interesadas piernas.

El maldito café le resultaba anómalamente cargado de buen sabor, parecía como si nunca lo hubiese probado antes; y en medio de un trago abrió unas cortinas de lino claro.
Le confundió no saber si era el desayuno o lo que estaba viendo, pero algo le provocaba un regocijo fluctuante en el estómago. Salió decidido a la terraza.

Un golpe de brisa marítima le abrió las aletas de golpe, era la segunda vez en la que el día parecía frenarle, pero aquel campo amarillo y cimbreante que separaba su persona del mar se le antojaba un paisaje precioso. “Qué dos colores” pensó apoyado en una balconada de madera. No entendía por qué ella no estaba disfrutando el día desde el amanecer: si viviese aquí, él no podría hacer nada sino vivir.

Bajó por unas escaleras que la propia terraza tenía, con el vaso aún en la mano, y se dispuso a cruzar el campo para darse un baño vespertino. Al principio le molestó bastante el tacto de las secas plantas bajo sus pies: realmente la naturaleza no resultaba tan ordenada y cuidadosa como le pareciese desde arriba. A pesar de ello, su mano se paseaba deslizándose por la superficie amarillenta, y su mente también paseaba al mismo ritmo y compás. ¿Dónde estaba? No parecía encontrarse en un lugar conocido, y sin embargo todo le atraía. ¿Cómo había llegado allí? No podía recordar qué le había empujado hacia allí. De cualquier manera, parecía haber elegido bien.

Al salir del campo tenía los pies un poco dolidos: el conjunto de tierra, pequeñas piedras y plantas secas le había curtido la palma del pie como para sentir una molestia considerable. Por ello, agradeció al principio el tacto de la arena de las primeras dunas.

Pero, según avanzaba, el calor de la propia arena comenzaba a molestarle. Miró alrededor por instinto, y lo cierto es que no vio a nadie: ¿qué costa es ésta? Ni siquiera si realmente estoy solo. Sin saber por qué, no miró atrás para comprobar lo aislada que pudiera estar la casa.

Aceleró el paso, pues ya le quemaba tanto calor y tanto granulado punzante. Las conchas no las había visto desde arriba, pero eso no quería decir que al pisarlas no se le clavaran casi con saña. Suspiró de placer al palpar arena mojada: dura, firme, compacta, fresca y esponjosa. Entró en el agua con nuevas energías.

Al pisar el suelo movedizo, recibió la bienvenida de unas algas, así que caminó rápido para deshacerse de ellas. El salitre del aire y agua le agobiaba un poco ahora que lo percibía con más intensidad, y sentía el aplomo y la presión de la atmósfera golpeándole el rostro con fuerza. El vello de su propio cuerpo se empapaba y pegaba a las piernas, y le extrañaba sentir una humedad diferente a la habitual en la ducha: no podía controlarla él, estaba plenamente sumergido en agua, y eso no le convencía. Dejó caer el vaso en el mar.

Giró sobre sus talones y volvió a la casa. Entró en la cama y se acostó junto a su cuerpo desnudo. Cerró los ojos de nuevo, y esperó entredormido a que se despertase. Al fin y al cabo, ella lo conocía todo mejor.

martes, 9 de octubre de 2007

De lo disperso a lo opaco


Palabra tras palabra,
cual andanada inerte,
contra un muro de hierro
se pierden.

En el pecho la hinchazón
con gana disminuye,
hecha ya a las horas del reloj
que cuelgan de la manecilla.

Y si se calla la boca,
se quiebran las palabras,
rotas;
se trunca el sonido,
sin motivo ni fin.

Ya queda en calma el alma,
tragando rugosas piedras
como frases inconclusas.
Y soluciones a medias.

Ya queda seco el futuro,
marchito y podrido.
Regado con cegueras y olvidos,
de frutos granadas carnales.
Vacío como la misma muerte.

martes, 2 de octubre de 2007

Camisa - prosaica -.


Sin camisa, lo sé, te gusto más
Yo no te quito la tuya, de hierro
Remendada con instinto y clepsidras
Yo no te quito la tuya, y no vivo
Porque el frío desnudo me quema
Es igual

Sin camisa, supongo, va todo mejor
Podré pegarme a tu piel como un velcro
No más licra, ni paño, ni lana, ni goma
Podré abrirte un botón, y mirar dentro

Y cuando se me pegue tu sudor,
No quede carbón en tu vientre,
Respire tu aire viciado, enfermo,
Mi pelo te pinche,
Y no sane mi herida

Voy a coger mi camisa
Levantaré un muro
Entre el horizonte y el cielo
Rastrearé mi rastro arrastrándome
Y volveré a mirarte
Seré un ciego más

Mi camisa, no sé dónde está
¿De verdad la llevé puesta?
Será el frío
Seré yo, perdido
¿La inventó el dedo, o el ojo?
Es igual
Sin camisa, tal vez, ni te gusto más

domingo, 30 de septiembre de 2007

(pequeño y a la izquierda) Callejón sin salida


No sé cómo hacer cuando sólo sé solucionar problemas hablando.

Y es ése precisamente el problema.

Vaya ineptitud para encontrar soluciones.

Archivando y cerrando el fichero, nunca sabes cuántas hojas puede llegar a aumentar ahí dentro.

Y sigo sin saber para quién sangro y quemo cosas. No será para tanto (todo).

martes, 25 de septiembre de 2007

Interés compuesto


Dos entradas al día (sin ningún tipo de esperanza o afición por los inexistentes lectores, a juzgar por las apariencias) dicen más de lo que puedo llegar a escribir con mis dedos.

P.D.: ¿ Y mañana, qué?

Las flores del mal


Últimamente me siento Torquemada entre tanto rojo fuego, menos mal que yo no me oculto tras falsas creencias.

De niños hablé, y no es fortuito, porque en los niños mejor que en los adultos se ve cualquier aspecto de la naturaleza humana. Y será casualidad que un amigo viniera a relatarme un suceso sobre niños, curiosos niños que juzgo así por la claridad con la que vi ciertos aspectos de la naturaleza, quizá infrahumana en este caso.

Como ya dije, auténticos chavales. Pese a sus bien llevados diecisiete años.


Por otro lado, está el mundo empeñado últimamente en que me inmole frente a algún símbolo idealista o cometa algún genocidio con fines humanitarios. Radicalmente hablando.

Porque me las está poniendo putas.


Y es que donde se acentúa la competitividad, disminuyen los valores de la democracia. Y es aquí donde, en este profundo sarcasmo, entra el grupo de orgullosos jóvenes bachilleres. La flor y nata, aseguran sus profesores, de la sociedad actual.
Estudiantes esforzados que aman el saber por encima de todo, y se abanderan de actitud crítica para elaborar sus pensamientos.

Presumen de amor a la filosofía y la ciencia, y golpean sus bases día a día. Hora a hora, prácticamente.

Es un augurio poco favorable contemplar a críos de diecisiete años pisotearse por éxito personal. Y esto se repite año tras año: jóvenes pertenecientes a un modelo de Bachillerato cuasieletista, cuanto menos avanzado, presuntas figuras importantes sino dirigentes en el futuro de nuestro país.

Estos chavales encubren bajo la capa de una falsa amistad de dos años la realidad de un interés claro: el triunfo personal a toda costa. Pero incluso sin sombra, al aire y a la vista de todos, hay puñaladas.

Y nos quejamos de que no existe la justicia social. La realidad de justicia social no existe porque ni siquiera existe en los corazones de estos geniecillos de papá, que debieran llevar en sus mentes toda la materia necesaria para ser Ilustrados hijos de la Revolución.

Sólo generan desprecio muto, aunque a mí lo que me provocan es PENA.

Creo firmemente que los jóvenes que viven hoy y aquí no miran a sus mayores para aprender de ellos, a menos que estén en un libro de texto y sus vidas se condensen en una decena de palabras en negrita. Creen con sus símbolos y sus iniciativas heredar el liberalismo y el progresismo de gobiernos pasados, y no son más que el reflejo del capitalismo más encarnizado.

La libertad es un bien preciado, pero en manos del hombre actual sólo conduce a la desigualdad más cruel que existe. La desigualdad en la impotencia. Y esto es algo que los pequeñines enriquecidamente embrutecidos no parecen entender.

domingo, 23 de septiembre de 2007

Fiestas PCE 2007


Arde la ciudad que visito, y es que…

El PCE es un partido diferente. Aúna a jóvenes y adultos de toda condición, los hermana bajo la bandera comunista uniéndolos en la igualdad de sus ideales. Los integrantes de este partido luchan por una sociedad justa, equilibrada, sin desigualdades sociales que fomenten el abuso de los explotadores.

Su ideología es su estandarte, y mano a mano se unen en cada convocatoria, tras cada manifiesto, durante cada manifestación. Luchan unidos por conseguir pasa su país un modelo social sano y verdadero. Y en sus corazones sólo gritan las voces de aquellos que murieron por algo así.

Ellos no permiten la alienación del ser humano bajo un sistema económico capitalistas, porque son ellos los hijos bastardos del capitalismo, descendientes intelectuales del mismísimo Marx. Ellos son el futuro.

Porque son del Partido, y porque son verdaderos camaradas.

Y en sus fiestas, sólo ellos, gloriosos integrantes, revientan las vallas de su propio partido. Enjaezados como rocines con cadenas brillantes y brillantes cráneos también, golpeando con sus botas el recinto de su partido. Por una sociedad justa y equilibrada.

Y cuando cae el Muro, como almas independientes todos se unen en una maraña enloquecida que contra voluntarios de su propio partido se agolpa. Y ambos gritan insultos que sólo ellos pueden intercambiar, porque son camaradas.

Se anula la mente. Porque no hay atisbo de coherencia en quien golpea con porras a adolescentes a los que ellos mismos han firmado solicitudes de ingreso en el PC.
Y tampoco lo hay en quien, con la estrella en su pecho, increpa a quien le impide robar al PC, PC que venera en sus gritos de puño en alto, PC que está robando con cada intento de colarse.

Y es que jamás olvidamos nosotros la fraternidad que nuestro ideal nos brinda.

Ni cuando los pasamontañas y los tassers hacen olvidar que uno está ahí para preservar el buen rollo de la fiesta, no para zurrar a punkies con los que te codeas al salir de allí.

Ni cuando las botas y el bolsillo vacío te hacen destrozar lo que tú mismo has ayudado a organizar coreando los mítines de los representantes del Partido.

Glorioso.

Y sobre el escenario, cuatro grupos tocan entretanto. Porque, de sus letras, sólo hay que sacar lo justo.


Hoy me he levantado he visto destrucción
he bajado al parque y solo hay dolor
hoy no sale el Sol, sólo hay destruccion
Inés, Inés, Inesita Inés
Hoy no sale el Sol, sólo hay dolor
Estoy sola en casa, en mi habitación
donde están mis padres, qué se les llevó,
hoy no sale el Sol, sólo hay destruccion
Inés, Inés, Inesita Inés
Hoy no sale el Sol, sólo hay dolor
Inés, Inés, Inesita Inés
Así es el cinismo de la humanidad
cedieron el futuro a la industria militar
hoy no sale el Sol, sólo hay dolor
Inés, Inés, Inesita Inés
hoy no sale el Sol, sólo hay destruccion
Inés, Inés, Inesita Inés
El mundo en que vives es irracional
nada les importa y es muy tarde ya
es muy tarde ya para cambiar
Inés, Inés, Inesita Inés
es muy tarde ya para cambiar
Inés, Inés, Inesita Inés
Un día llegara mi oportunidad
trabajo por un mundo al que tengo que cambiar
lucho por la paz y la libertad
Inés, Inés, Inesita Inés


Y la paz, y la libertad, se pelean diez metros por delante de los gritos del cantante. Donde vuelan las botellas y los trozos de andamio se estrellan sobre la improvisada barricada de cubos de basura.

Y siguen cantando

Somos estudiantes de esta universidad,
universidad de las calles del mundo.
Estamos haciendo carrera sin más,
mendigando por nuestro futuro.

Las aulas son escombros de la gran ciudad
y en el recreo no jugamos al fútbol,
sabemos que un día esto cambiara,
cojamos el timón y marquemos un rumbo.

Somos la alternativa en este mundo tan hipócrita,
tenemos las respuestas, con nosotros no podrán.
Somos la alternativa en este mundo tan hipócrita,
tenemos las respuestas, con nosotros no podrán.

Tenemos la herencia de la corrupción,
da igual el pais, su bandera y religión.
La politica actual nos ha hundido en el caos,
somos la alternativa en este mundo a cambiar.

La vieja escuela y su antigua bandera
siguen controlando y te quieren manejar,
seguiremos luchando y también festejando,
se les echa encima su hora final.

Somos la alternativa en este mundo tan hipócrita,
tenemos las respuestas, con nosotros no podrán.
Somos la alternativa en este mundo tan hipócrita,
tenemos las respuestas, con nosotros no podrán.

Y, ni un solo integrante del grupo tiene la dignidad de dejar de tocar. De detenerse y pedir que pare todo eso antes de seguir tocando. Ellos continúan con su fiesta, pues al fin y al cabo cobran, y eso es lo que le importa al comunista actual. Al punkie actual.

Al solidario actual.


Por la Casa de Campo, por la Casa de Campo,
Por la Casa de Campo, mamita mía, y el Manzanares,
Y el Manzanares
Quiere pasar el fascismo, quiere pasar el fascismo
Quiere pasar el fascismo, mamita mía, y no pasa nadie
Y no pasa nadie.

Ciertamente creo que mintieron un poco.



P.D.: Como antifascistas y como espartanos.

domingo, 16 de septiembre de 2007

Crisálida


Renunciar a un ideal es una de las cosas más dolorosas del mundo.

No saber si el ideal hubiese sido posible, muchísimo peor.

miércoles, 12 de septiembre de 2007

Torniquete


Este blog está sangrando más de lo que debería arder, y en mi mente llena de alarmas rojas ya hay una activada para esa cuestión. Poco a poco,

porque tampoco es cuestión de tapar todos los agujeros (ojalá?) para no verlos. Y que si han muerto más mís en esta batalla que en toda la guerra, no hay venda que cubra esas bajas. Porque tampoco es ése el problema.

Un fotologgero lo solucionaría con una foto en negro y un: el verdadero problema es que a veces me late el corazón en la laringe. Pero yo prefiero hacerle un homenaje a todos los diarios de féminas, y dejarlo todo más claro.

O no.

Al menos no me hago el sueco y dejo que mi furia berserker reviente más de lo que quiero. Aunque no sé si es mordaz (sonoro), sarcástico (común) o sardónico (pedante); o todo a la vez, que así se parece más a mí. Pero me quedo muy a gusto con las palizas que me meto. Chuck Palahniuk escribió una obra maestra, para dejar en ridículo (más) a aficionadillos anónimos. Al menos yo no me odio (Best-seller oriental fijo, a ver si lo leo).


Que mi afán de probar cosas nuevas o agarrarme a lo primero que me sirva, no me sorprende. Que esto esté sustituyendo a lo que en realidad debería utilizar, creo que sí.

Sólo espero no acostumbrarme a cambiar un papel por un ser humano. En sentido figurado (¿los dos?).

P.D.: prometo quemar algo la próxima vez, que parezco hasta dolido.

viernes, 7 de septiembre de 2007

Óleo en clave de Sol (Arte)


Otro texto que nadie va a leer, una personificación del arte:

El niño se sentó en la butaca y miró a la puerta
- Ey, oíd, ¿seguro que es aquí? Ey… Ey, tenéis la puerta rota. Me he fijado en que la cerradura suena raro. ¿Hola?
Encogió sus hombros. Se encontraba comodísimo, hundido entre los cojines del asiento. Recostó la nuca sobre el respaldo y miró el techo.
La sala entera era espejos, en todas direcciones veía su reflejo. Pero eso ya lo había superado, no le importaba ser varias personas a la vez. De hecho, empezaba a quedarse dormido cuando el quicio de la puerta le despertó con un ruido.

La puerta se abrió, y una mujer cruzó el umbral. No aparentaba más de la treintena, de cuerpo estilizado y facciones suaves, se erguía ante él con un porte casi altivo. El pelo le caía sin recogimiento alguno por la espalda: una melena entre rojiza y parda, que le confundía, pues sugería ramas y hojas prendidas de los cabellos. Un vestido rojo y sencillo contrastaba con el dorado de su piel. Se sentó en un taburete que traía. Se sentó frente a él.
- ¿Eh? – Se incorporó de golpe y echó un vistazo rápido a la propietaria de esa telaraña en apariencia.- ¿Quién eres? – preguntó el muchacho.

Ella no contestó, lo cual le contrariaba un poco. Se limitó a guiñarle un ojo, y a observarle deliciosamente sentada.
- ¿Quién eres? Contesta. ¿Qué hago aquí?
No dijo nada. Ambos callaron. Él no encontraba comunicación, y su cuerpo le empujaba hacia las preferencias más importantes. Escrutó su rostro, buscando intenciones. Escrutó su cuerpo, desvelando intenciones. Pasaron los minutos en un silencio contemplativo.

- Buenas noches, nene. Me han dicho que venías a buscarme, me han dicho que querías encontrarme.
- ¿Cómo dices? – apenas podía hablar pensando las palabras, la presencia de aquella mujer le colapsaba un poco las neuronas. Ella escapaba a su razón.
- El interés es algo curioso, bombón. Tú me buscabas. ¿Qué es lo que te interesa de mí? ¿No soy demasiado para lo que tú estás buscando? ¿No estoy un poco lejos de donde pueden llegar tus aspiraciones, chiquitín?

No entendía sus palabras cuando hablaba. Se detenía en escrutar cada pliegue que formaban sus labios, en cómo rozaban sus dientes la piel al entreabrir su boca después de cada frase. Le invitaba a conversar aún más. Algo en la melodía de sus palabras le nublaba el entendimiento, y a pesar de querer escucharla, no podía. Se preguntaba qué era lo que hacía de esa mujer adulta un ser tan atrayente. Perseguía como un halcón la línea de sus piernas, hasta que ésta se perdía bajo el ramaje del vestido; buscaba qué formas podrían dibujar los lunares de su cuello, para explicar la tenaza que ejercían sobre sus pupilas; clamaba por una panorámica de su cabello, suplicaba aislar esa cascada de tonos vivos para poder percibirla con claridad, llamaba a gritos a la concentración,…

- ¿Por qué has venido? Yo estaba aquí solo.
- Llevas mucho tiempo viéndome, ¿cuánto hace que vives en el edificio? Te has cruzado conmigo miles de veces y sé que te apetecía estar conmigo a solas, mi dulce lobo.
- Yo he estado aquí solo todo el rato, y de pronto has llegado. ¡Háblame! Sé que si te hubiera visto antes yo habría hablado contigo. Estoy seguro de que lo habría hecho.
- No pienses en tu pasado, porque te equivocas, mi amor. No hay nada que pudieras haber corregido, ni pensar atrás te va a hacer entender por qué he venido hoy y por qué hoy me ves. Recuerdo que intentabas abordarme en el ascensor, cuando bajabas con tus amigos, recuerdo que un día casi me llamaste por el hombro antes de salir.

Fijaba la mirada en sus ojos. Su iris le perdía en espirales de tristeza y tiempo. Le perturbaba aquella mujer tan insinuante, a la que por otro lado no conseguía entender. Oía un rumor, oía palabras en su oreja pero no conseguía enlazarlas como mensajes lógicos.

- ¿Pero por qué no me dices nada en mi idioma, si estás aquí? Si casi te leo los labios. ¡Dime algo! – buscaba una sonrisa de entendimiento, complicidad, o incluso pena. Pero ahora ella le guiñaba un ojo: siempre conseguía fintar su lógica. Y entonces volvía a zumbar, más como miel que como abeja.
- Siempre te hablo, siempre te miro e intento que me mires. Yo te deseo a ti, yo quiero que seas mío y estés a mi lado siempre. Yo te necesito para vivir, y tú me necesitas a mí. Y lo sabes, cielo.
- Dime algo ya, porque no puedo oírte sin entenderte.

Aun así, aun sin nada, aun vacío, le perdía su cuerpo en todos los sentidos: cómo era, cómo olía, cómo sonaba, cómo se adivinaba su piel. Le perdía incluso más no entenderla. Desde luego, estaba perdido.
Ella volvió a guiñarle.

Se levantó y caminó rápido hacia la puerta. De un golpe intentó abrir el picaporte, pero ahora parecía cerrado. Volvió a girarse y se apoyó en la madera. Ella estaba en todos lados ahora. Ahora.
- ¿Qué quieres decirme? ¿Qué puedes decirme? ¿Realmente puedes decirme algo, en mi idioma, que me sea útil?
- Ven, ven conmigo y te enseñaré.


jueves, 6 de septiembre de 2007

Campeando la tempestad


Y entre espadazos, confieso:

"Yo, ilustre caballero, confieso haber conseguido sin más ayuda que mi acero y mi brazo sentirme cohibido incluso aquí, en mi dorada fortaleza, donde desearía recitar mis más negras canciones de desamor y lances personales. Donde la dama puede ser ángel y demonio a la vez. Aquí yo escupiría a mi busto cuando me desnudo de armadura para bajar a las mazmorras y conseguir una tregua con los presos. "

Y ahora, a ver cómo te desahogas, gilipollas.

domingo, 2 de septiembre de 2007

Deformando lo transfigurado.


Últimamente he venido a entender que veo el mundo con unas lentes muy mías.

O quizá, lo que he venido a entender, es que eso no es bueno para mí. Voy a dejar de hablar, a ver si así lo arreglo.

viernes, 31 de agosto de 2007

Maratón (de palabras)


490 a.C.

No es cicatriz la del rostro del guerrero. Cicatriz es la sal que respiran los medos* desde hace meses en cada barco, que araña los labios hasta la muerte, que vicia el aire que los ahogará esta noche, que los ha mecido hasta estas costas. Cicatriz es su calma, marchita ante la espera.

Respiran pesados, todos pesados en esta llanura sempiterna donde más de la mitad morirán. Griegos y persas se embriagan entre su propio sudor, entre el aire del Egeo que pronto será sangre, como el agua, como la hierba, y como el Sol cuando se ponga; en el cénit de la matanza.

“Soldado griego, hoplita:
Tu escudo defiende lo más puro y cierto.
Tu lanza incansable se alza,
desgarrando esclavitud y muerte…


Las velas de los barcos quedan atrás, combadas al aire, irguiéndose sobre sus cascos y sobre sus hombres a su vez. Ellas gobiernan como dioses inertes la voluntad de todo hombre. Moles sáuricas labradas con cincel de llaga y callos. La masa de medos se extiende ante las naves, como un desierto policromado, de dunas por banderas y chacales por sátrapas. Padres cautivos del horror bélico, esclavos de su patria, mártires anónimos.

Suenan los cuernos.

Y el Sol, que emerge, parece fijar su atención en el campo de batalla, lamiendo con sus rayos cada casco de bronce o hierro, hundiendo a cada hombre en el peso muerto de su propia armadura. Auspicio de cadáveres peludos. El rocío es en la llanura el de un desierto al mediodía, no hay nada entumecido salvo la mente. Ése es el ardor guerrero, ése es el ser del persa.

…Soldado griego, hoplita:
Tu razón me ilumina en la selva oscura.
Tu casco alado, penacho de oro
Es divina ofrenda que te enciende…


Ruge el volcán de Artafernes*, levantando por polvo la humareda de mil incendios. Sus tribus, pagadas y dirigidas por jefes independientes, respetan su posición en el campo por la imposibilidad de moverse. Obedecen la estrategia por la sencillez de avanzar hasta vencer o encontrar la muerte. Luchan por lo tribal de su esencia, por el miedo a su dios.

…Enviado de los dioses,
Tú eres paz y justicia.
En tu asta la virtud
Atraviesa mi negrura…


Y el martillo se dirige hacia su yunque. Donde las lanzas esperan inamovibles como la Muerte; pared de lambdas doradas. Hombres de toda Grecia.

Diez mil alientos se cortan de golpe, sin sangre. Los griegos, desde su posición elevada, adivinan bosques de arcos tensarse como cigarras en pleno verano. El arma de Oriente, espina de Apolo.

Milcíades* el estratego ordena la carga. Y sus falanges, avanzan.

Desde lo alto de la colina ruge la ópera patriótica, miles de atenienses cargan con sus hoplones por techo; los jefes de línea, solistas en cada unidad de combate, dirigen a gritos bloques que por momentos se disuelven.

...Pues yo soy la barbarie, heraldo del viento arreciante.
Yo traigo la mezcla y la sangre,
Y el azul de Babilonia donde no alcanza el tiempo…


Silban las flechas ante tanta percusión de pies, con un chasquido de cuerdas. Una bandada de cuervos negros con hambre surcan el cielo, rasgan la carne, y desgarran el tendón de los Aquiles dorados. Y entre los medos, brazos desencajados recargan sus armas, obligados por lenguas que no entienden; disparando a aquellos que a sangre y fuego les redimirán al atardecer.

Pero el ateniense es ilustrado, y su escudo detiene la flecha al cubrirse con el antebrazo. Y así avanzan sin apenas bajas, alzando también sus astas para atravesar los cuellos persas, infelices que en la forma del casco griego adivinan la derrota. Y disparan de nuevo.

Suenan los tambores en los pies de los atenienses, que aceleran su carrera. Los arqueros persas se pierden entre los demás soldados como arena dispersa que entre los dedos se escurre, dejando en cimientos la estructura que recibirá el impacto; embestida de divinas lanzas. A pocos pasos, las líneas persas inician una carrera contraofensiva: armados con valor esclavo y azotados por los látigos del miedo, las tropas de primera línea aceptan su muerte con gloriosa calma. Y bajan sus lanzas, augurando la muerte ante las armas griegas que los apuntan, y aprietan sus mandíbulas, y muestran sus escudos de mimbre,

que revientan.

Y la sangre empapa los rostros de sus compañeros a su espalda, los cuellos se abren a las hojas que han desgarrado sus ropajes, los escudos se quiebran ante el golpe del hierro y del cuerpo. Persia entera sangra. Mientras griegos de henchidos brazos cosechan la muerte, avanzando sobre el trigo de Oriente, que no ofrece más que la lastimera resistencia de una fiera mellada y famélica.

…Yo soy el Caos que tu Sol no detiene,
Mar de arena que te ahoga la mente,
Nube eterna, noche perenne…


Pero de nuevo suenan los cuernos de Ormuz*, y bestias tártaras galopan sobre la Hélade. El choque de la caballería persa es el vacío de sonido en el fragor de la batalla. Su brutal envite ensordece y ahoga los gritos de aliento de ambos bandos; mientras animales y hombres son mutuamente despedazados, en una orgía sangrienta sobre la que baila Dioniso. Cede Atenas ante seres inferiores, y su grandeza se pudre en el orgullo manchado. Bajo los escudos griegos, cuerpos ajenos defienden la voluntad de su dios Darío. Sin embargo, la ilusión es fugaz, y la mente acierta.

…Pues yo soy la barbarie, heraldo del viento arreciante.
Yo traigo la mezcla y la sangre,
Y el azul de Babilonia donde no alcanza el tiempo…


Milcíades el estratego se regocija ante su triunfo contemplando el transcurso del combate, sus ojos de halcón brillan soberbios, su lanza quiebra cráneos para celebrar su cultura superior. Los flancos griegos, en mayor número, envuelven la línea persa encerrada entre colinas. Las falanges de primera línea, con sus lanzas clavadas en el suelo, aguantan el peso de la marea humana, escudados ya tras un muro de cuerpos inertes y mutilados.

Artafernes se atraganta ordenando retirada, y el Sol les rinde tributo tiñendo de púrpura el cielo. Y el mar, rojo, les recibe bajo las pasarelas que convierten barcos en termiteros; que permiten patético desfile en honor a las víctimas, que crujen bajo el peso de persas astillados.

…Ares te proteja desde su carro.
Unte de olvido tu
Dorado muro.”

Los griegos, magnánimos, acosan a lanzazos las espaldas de los que huyen. Clavando moribundos en tierra libre, expulsando a los aún vivos de su hogar sereno.

*Medos: persas.
*Milcíades: general griego durante la batalla de Maratón
*Artafernes: comandante en jefe persa durante la batalla de Maratón
*Ormuz: Ahura Mazda, dios supremo persa.

miércoles, 29 de agosto de 2007

Persas


Soldado griego, hoplita:
Tu escudo defiende lo más puro y cierto.
Tu lanza incansable se alza,
desgarrando esclavitud y muerte

Soldado griego, hoplita:
Tu razón me ilumina en la selva oscura.
Tu casco alado, penacho de oro
Es divina ofrenda que te enciende

Enviado de los dioses,
Tú eres paz y justicia.
En tu asta la virtud
Atraviesa mi negrura

Pues yo soy la barbarie, heraldo del viento arreciante.
Yo traigo la mezcla y la sangre,
Y el azul de Babilonia donde no alcanza el tiempo.

Yo soy el Caos que tu Sol no detiene,
Mar de arena que te ahoga la mente,
Nube eterna, noche perenne

Pues yo soy la barbarie, heraldo del viento arreciante.
Yo traigo la mezcla y la sangre,
Y el azul de Babilonia donde no alcanza el tiempo.

Ares te proteja desde su carro.
Unte de olvido tu
Dorado muro

domingo, 26 de agosto de 2007

Teatro


No me gusta nada conocer las cartas del juego; y me gusta menos conocer las necesarias para jugar.

Lo que más (me) odio es jugar la perdedora para que todo funcione.

Que se rebaje otro, joder.

viernes, 24 de agosto de 2007

Silencio


Esto es un juego lingüístico, una ambigüedad lírica de mala calidad.
No espero que nadie lo entienda, pero porque no espero que nadie lo lea. Al archivo de mis cosas va, acumularé almohadas para amortiguar el golpe:

Érase una vez
un silencio esponjoso:
cargado algodón dulce
que sigue a algo importante.

En pie, un príncipe,
protagonista indiscutible.
Miraba hacia ella
con satisfacción plena

Bajo sus ojos
verdes como la esmeralda,
una brisa embriagadora
delataba sus intenciones.
Pasadas o no

y a sus pies,
un brillo dorado
emanaba del más puro objeto:
símbolo indiscutible
de todos sus sentimientos

ella le miraba,
y en sus labios se percibía
más rubí que carmín,
más sorpresa que encanto

Cenicienta y Blancanieves,
princesas con las que soñaba,
ahora evocaba sus nombres
tanto en su piel como su gesto

Y el azul,
Azul que siempre había deseado,
En ropajes de un amor ideal,
la teñía ahora por completo:
enmarcando su cuerpo desnudo,
Sellando su condición de cadáver.

martes, 21 de agosto de 2007

Desconocidos


Para reírse de mí, mi vida y mis principios; que ella se calle esas cosas.

Y que yo me esté ahogando en mi propia garganta.

sábado, 18 de agosto de 2007

Caras


Desde hace tiempo, vengo pensando en las caras. Siempre he creído, o al menos de pequeño, que el mundo estaba polarizado en todos los sentidos; que existía el bien y el mal, y que todo lo que cada hombre hacía se podía clasificiar, juzgar (como dicen los poco analíticos).

Sin embargo, he visto este pensamiento derrumbarse poco a poco a lo largo de mi vida. ¿Qué relación existe entre el bien hecho y el bien obrado? ¿Entre lo bueno-técnico y lo bueno-moral? Yo no sé si puedo admirar a un monstruo ideológico, pero lo hago. Y no sé si es moral querer llegar a parecerse a algo así, pero lo he hecho.

Me es muy duro plantearme en qué grado se debe renunciar al bien moral para llegar al bien técnico, pero parece que en uno bien alto, en función de lo que me muestra lo que estoy viendo últimamente.

El texto que cuelgo a continuación no se relaciona directamente con este prólogo, pero sí en cierta medida. Lo cuelgo porque tiene un color más bien magma, y eso es nuevo aquí. De cualquier manera, no importa mucho, las únicas visitas aquí las hago yo (y me considero fiel fan):

" Hasta ese día, el sr Arena no se había dado cuenta de la gente que le rodeaba. Estaban por todas partes, sí, y en su vida la gente era algo normal; ¿acaso no lo es en la de todos? Pero ese sábado saliendo el sr Arena de su piso con el dinero para el pan, vio algo que petrificaría a cualquiera. Menos a él, claro.

Podía reconocer a sus conocidos con mayor o menor facilidad, como siempre, y si se ponía las gafas de lejos podía ver que todo en su barrio estaba más o menos igual. Pero no, claro que nada estaba igual. Recuerdo que rió y rió cuando vio a su amigo el farmacéutico vestido con una toga griega y unas sandalias en pleno invierno, y a él mismo le dio calor ver al mecánico con esa piel de oso encima de las ropas de nórdico. Tuvo que confesar a su mujer que el dueño del bar de la esquina, vestido de francés ilustrado, no le sorprendió por alguna extraña razón.

El resto, todo aquel que desconocía, simplemente vestía de blanco.

Como buen cristiano, y como es comprensible, Andrés olvidó el recado y fue a paso rápido hacia la parroquia. Se chocó por el camino con la vecina del tercero, quien había abandonado el moño y las zapatillas de andar por casa para vestirse de cavernícola. Arena se confesó a sí mismo que había alcanzado el Nirvana, su “yo” interior; y todo ello sin perderse un Hola. Jamás pudo haber acertado más.

A diferencia del resto, como parecía ser rutina ese día, el cura seguía igual que siempre. No había cambiado sus ropas, salvo quizá porque aparentaban más tiempo del que tenían anteriormente, pero en esencia eran las mismas. Arena pensó prácticamente entusiasmado por la normalidad, y concluyó que se le habrían ensuciado las otras. – Qué curioso – se dijo – debe ser que aquí aún se mantienen normales las cosas. Creo que no soy quien para estropearlo.

Y volvió sobre sus pasos. Por primera vez en ese día.

Con el rumbo perdido y la cabeza tres cuartos de lo mismo, Arena se decidió a olvidar lo que había visto y actuar como si no hubiese pasado nada. Dio un rodeo para no encontrarse con sus suegros, que los sábados salían por el parque, ya que le pareció que no era el mejor momento para encontrárselos. Así que subió por la calle Soria hasta el horno de leña. Y allí guardó cola.

Él no acostumbraba a llevar auriculares, siempre había pensado que te perdías todo lo que un buen día podía aportarte. Y, en fin, un mal día siempre te aportaba experiencia para soportarlos mejor. Él no acostumbraba a llevar auriculares y ese día se maldijo un poco, en voz bajita claro, por no hacerlo. No las contó a propósito, pero tampoco pudo evitar oír siete veces la misma conversación entre personas diferentes: todas con el mismo traje, todas con el mismo tipo de ropa. A los tres minutos empezó a pensar que todos ésos de las togas griegas hablaban igual.

A los veinte minutos, y hay que ver la de tiempo que perdía haciendo cola en el horno, empezó a pensar que todo el mundo hablaba igual. Sólo había que hacer diferencias en lo que llevaban encima para diferenciar los patrones de diálogo. Ciertamente las conversaciones de nórdico eran bastante frívolas, y tenía dos delante y uno detrás. Así que se fue a casa a dormir.

Cuando abrió la puerta de casa, ignoró a su hija pequeña que venía a enseñarle un dibujo. Ignoró a su esposa que venía insultándole por haberse olvidado de hacer la compra. Ignoró la televisión, en la que el presentador del telediario estaba narrando lo que decía la serpiente en la Biblia. Ignoró todo, se quitó su coraza y casco de soldado romano, y se durmió cerrando la puerta.

Al día siguiente, saliendo el sr Arena de su piso con el dinero para el pan, se alegró de que su amigo el farmacéutico hubiera salido a hacer footing en chándal."


martes, 14 de agosto de 2007

Suena un canto


Trenzo de acero dos cables en lo oscuro
con dedos de orfebre.

Sienten mis pies los peldaños más anchos,
escaleras al cielo.

Cruzo y salto la hoguera,
aquelarre burlesco.

Vendo mi bandera blanca
y quemo el pomo de hielo.

Lo que nuble el canto,
que sepa me vuelve un feto.

sábado, 4 de agosto de 2007

...y fuego.


Niños, sí.

La actual primera potencia mundial, la cuna de electores del pistolero más mortifero del Far West (con residencia en Washington), la mayor factoría de felicidad hedonista… Está poblada por niños.

Es propio del ser humano odiar a quien manda, pero es obvio que odiar a un niño resulta bastante infantil. Y eso, aplicado a mi situación, me jode.

Aún más cuando parece que comienzo a entender la maquinaria de todo esto, aunque ni de lejos sabría como solucionarlo. Y me falta paz mental.

Espero que Dios, en un futuro, me eche una mano de esas que tanto le sobran (según dicen mis compañeros al otro lado del charco). Aunque personalmente lo dudo, pues sentiría una profunda envidia si le robo a tanto fiel de su corral particular.

Yo, que he pisado una iglesia más grande que muchas clínicas locales (¡Cúrame el alma!), y me he rodeado de niños con canas que pedían perdón para no necesitar Valium esa noche (¡qué visual Akira!), que he presenciado un augurio del futuro más lejano, en el que no se anda ni para dar una vuelta ( De los Supersónicos al vidente )… Creo que quiero bajarme con Mafalda.

La sociedad del remordimiento, las contrafuerzas del placer desbocado, el control que a tantos nos ahogó viendo Matrix… Existe.

Pepsi y McDonalds plantan la semilla del dólar en cada cabecita, trabajando para consumir; mientras Dios y la prensa sensaciolanista se encargan de vigilar y podar la cosecha de dinero mensual. Tal cosecha, tal rebaño, los ignorantes y felizmente autodenominados Harvest of the Lord, Lambs of God, son balas brillantes en el revólver del jefe. Votos controlados, máquinas de sangre caliente, ganado rayado que infla las arcas del antirreino más principesco.

Y es que ésa es su política de triunfo, así se mantiene a flote este transatlántico, arrojando por lastre toda posibilidad de autonomía cultural en cada individuo, e izando por bandera el somnífero más alienante de nuestro siglo: la Publicidad

Y en las altas esferas, Panem et circenses. Reconforta saber que los romanos no se equivocaban:

Si el niño quiere seguridad, dale un enemigo. Demoniza al negro, para evitar que progresen y rediman todo su viejo continente. Pues ellos trabajan para nuestras grandes firmas, y en esclavitud sigan por los siglos de los siglos.
Sin embargo, esto suena muy violento para los clichés cristianos. Y hay que limpiar la conciencia de los ciudadanos libres: Traemos pastores africanos a la Iglesia, y tras oír sus sermones, enviaremos dos dólares de nuestro sueldo a países que luego explotamos (sin saberlo). Y usted puede eliminar todo su remordimiento por el precio de una cerveza.

Si el niño quiere diversión, la televisión manda. Dale tantos canales que se pierde buscando el programa, que se crea colmado de posibilidades en un mar de información, reconfortado viendo a sus patriotas ganando todos los concursos habidos y por haber. Quítale los libros que se apartan de lo que conviene. ¿Cómo? Precios altos y secciones apartados. Jamás se censura ni se prohíbe en este suelo, ni siquiera los libros (Mal de Males), pues es el hogar de los libres y los valientes. Y ésta es la tierra de las oportunidades. Aunque las de encontrar un buen libro en un Wall-Mart, donde todo es posible, sean de un 0,1 %.
Y mientras buscas, sus estantes los ocupan libros de corte televisivo, y revistas, y biografías de personajes del mundillo. Para comprender la ambientación de todo, para dar a entender que, si es todo igual, es mucho más cómodo no tocar el papel y mejor coger el mando. Un círculo maravillosamente trazado.

Si el niño llora, dale de comer:
Junk food es poco para la dieta más insana del globo. Y es que se engorda a todo ganado para mantenerlo feliz. Pizza y burger: al niño la comida de niños.
Y si quieres cocinar, si quieres probar el alcohol, las drogas blandas, el sexo, si quieres seguir el camino común de todo adolescente… Dios se encarga de que el niño sea niño hasta los 21.

Arruinando toda posibilidad de crecer, de ver mundo. Con un sistema educativo que impedirá reorientar tu carrera profesinal, pues una vez hundido en la mierda de un graduado inferior, no hay argollas para subir a la superficie.


Todo este despliegue de medios arruinaría cualquier arca, pero País del Señor piensa en todo. Al tiempo que, como siempre, mata dos pájaros de un tiro (no en vano son suyos los Winchester).

Se necesita dinero. Despierta en sus cerebros la única autonomía útil. Desde el mercadillo dominguero a la limonada, el vecino más común ve dólares en toda escena cotidiana. La ambición ha sido la cualidad más traicionera para el hombre a lo largo de la historia, todo Imperio ha caído por ella. Y es perfecto saber explotarla.

En un sistema educativo donde el éxito es popularidad, donde los competitivos buscan el éxito en el deporte, donde el saber es de nerds y geeks.

Y quien se salga del rebaño, quien tenga los medios económicos y la resistencia mental para ello, será golpeado por la política estatal de progresismo manipulado.

- Ayuda a tu vecino (respetando costumbres ancestrales), y sus vecinos en América del sur se han muerto (y mueren) de hambre con bloqueos económicos.

- Sé libre, porque la liberdad es un don innato en el ser humano, y enrola nuestras filas para quitársela al demonio infiel del desierto. Pues él tiene el petróleo que te dará la tuya.

Y si dudas de su condición demoníaca, tranquilo, te aseguro que él profesa una religión donde se ciega la mente (¿No te suena?) y en la que se maltrata a las mujeres. Y así, matándolos, puedes limpiar tu conciencia, la conciencia del que habita el país con más alto índice de violaciones.

- Sé autónomo. Celebra tu independencia en el sarcamos más grande de la Historia. Viste los colores de tu uniforme patriota de reo mental, devora el rancho que te enviará a programas de adelgazamiento y celebra tu fiesta.

Señores, esto es América.



miércoles, 18 de julio de 2007

A sangre


En un cuarto cerrado
donde se vierte en el queso la leche,
donde de pleno
el tiempo se pierde.
Y cual heraldo
anuncia el fin del todo.

La carcoma y la arena se escurren
desnudando terco papel mojado,
que sin ayuda, se vence,
se rinde a lágrimas que fluyen,
y muere

En un cuarto cerrado
donde crepitan las esperas,
cáusticas;
sucio del mal uso
y negro a los ojos del Eterno.

Allí vive el gusano,
sin Ella.

domingo, 15 de julio de 2007

Rojo


En el mundo tiene que haber de todo, o eso dicen, desde luego esa frase me viene bien ahora.

A la mayoría de la gente no le gustan las despedidas. A mí, lo que no me gusta, son las presentaciones. Las presentaciones formales no me emocionan, no me llenan, ni tampoco me hacen reír. Así que, si se me permite (que sí, porque yo soy el dueño de esto), prescindiré de ellas.

Lo unico que diré, para que no parezca raro y para que la gente tenga algo que esperar, es que, mientras esto siga vivo, siempre habrá rojo aquí. Al fin y al cabo, debo ser fiel al título.

Supongo que a veces, será un rojo líquido y viscoso. Con el que laten las letras, del que uno suda cuando merece la pena. Rojo que tanto asusta y que tanto odiamos, pues está en todos nosotros y muy pocos lo tienen diferente.

Pero otras, sé que no será así. También hay hueco para el rojo crepitante. El rojo que se refugia en el agujero mientras queda aire que respirar, rojo que aguarda el momento. Rojo que, llegado éste, arde en algunos; rojo que cumple su cometido y vuelve al anonimato. Este rojo siempre deja su huella, y en algunos, nadie jamás ha podido borrarla.