domingo, 18 de noviembre de 2007

¿Frío o nostalgia?

Esto es, al fin y al cabo, de lo que sirven las mañanas de sábado en el sitio ése. No pienso hacer rutinario el colgar este tipo de ejercicios, pero con éste tengo una duda personal. A ver si alguien la resuelve:

Las noches por la mañana sorprenden cuando tienes diez años. Era una hora de caminata hasta el edificio de piedra. Las cuatro figuras paso a paso por la calle vacía, con las carteras a la espalda y las manos en los bolsillos. Desayunados. En el pueblo no pasábamos hambre, pero tú, Adela… Tú en esos tiempos adonde ibas era a buscar comida al metro, pobre.

De nueve a una, y de tres a cinco, los niños del pueblo nos reuníamos para observar una cabeza pelada y yerma que sobresalía de la sotana. De nueve a una. De nueve a… A las nueve ya todos nosotros habíamos cruzado la estepa rusa para llegar desde nuestras casas a la escuela. A las nueve todos habíamos escalado el Everest y colonizado la Antártida. Y todo eso, sólo con la trenca. Y sin bufanda algunos.

Recuerdo cómo esa trenca era rala y estaba raída. Los botones separados dejan siempre espacio suficiente como para que el aire entre por ellos y se te cuele bajo el jersey. Las ventanas grandes y acristaladas soportaban la soledad de cada mañana. Mamá decía que peores tiempos habían pasado. Y yo, frotándome las manos entumecidas, pensaba: “claro, como ella lleva guantes…”

Una vez dentro de clase, rascaba siete horas el grafito de mi lápiz contra la hoja. Porque eso no era escribir. Y mientras, el profesor, sucedía gemidos roncos con nombre de río español. Porque eso no era hablar.

Y recuerdo la estufa por su metal negro y plano, no por su función nula. La tarima plana y larga. Los niños respirando vaho y el espacio entre nosotros. El cristal del retrato. La cruz y las cuentas. El color gris.

Creo que es el color gris lo que me hace recordarlo todo.

lunes, 12 de noviembre de 2007

las flores del mal (II)


Empiezan a crecer demasiado alrededor, y empieza a agobiarme su olor y su forma.

Como me ahoguen, voy a acabar ardiendo como siempre. Esto es una simple declaración de intenciones, quizá con cierta intención confesional.

Y cuando arda, y cuando arda...!

Voy a maldecirme por no prever esto e intentar cortar por lo sano.

domingo, 4 de noviembre de 2007

Hambre y sed


Este otro poema, antiguo, le da otra visión a un asunto que ya traté. Le da mi visión en otro aspecto, de otra manera.

Quizá debiera retocarlo formalmente, pero me da pereza.

Nació frío, solo y desnudo.
Miró alrededor.
Necesitaba vivir, habría que pensar.
Tenía hambre, y tenía sed.

Buscó junto a él compañeros.
Pues en soledad nada sería posible.
No le importaba estar con otros.
Pero era su hambre, y era su sed.

Juntos encontraron comida
Reunidos y armados, así la obtuvieron.
Aunque primaba su hambre, y su sed.

Sus compañeros casi pensaron por él.
Necesitaban un líder, necesitaban repartir.
aún tenía más hambre, y más sed.

Luchó, venció, salió elegido líder.
Así pudo elegir lo mejor, lo mejor para él.
Pues era su hambre, y era su sed.

Una vez arriba, las cazas pasaban.
Nadie entendía por qué era eso lo único importante.
Sólo su hambre, sólo su sed.

Otro llegó, y con su propio cuchillo
Le reemplazó, cambió las cosas.
Ahora otra hambre, ahora otra sed.

Los demás miraban al nuevo.
Él mandaba y ya no oían sus quejas.
Pero para los otros nada había cambiado
Siempre hambre, y sed.