lunes, 25 de agosto de 2008

Cuatro elementos


“Nunca hubo, ni habrá jamás, un tiempo en el que nosotros no hayamos existido de alguna manera.”

Los antiguos celtas veían la vida como un viaje eterno, creyendo en la reencarnación continua hasta que se alcanzase la realización espiritual, hasta que el alma se completase a sí misma. Para favorecerlo, los llamados celtas utilizaban numerosos fetiches y amuletos que les acompañaban durante toda su vida, y más aún, en el momento de su muerte.

Uno de estos símbolos, por no decir el más importante entre las tribus de los vetones y los vacceos, representaba una línea entrelazada y continua, sin comienzo ni fin, en forma de nudo con cuatro picos. Este amuleto, además de conducir el alma que lo portaba hacia la realización de esa existencia eterna y continua – en forma de nudo que nunca empieza ni acaba -, lo atraía hacia las fuerzas de la naturaleza, siempre presentes en la forma de los cuatro elementos: tierra, aire, fuego y agua. Cuatro elementos que asimismo se distribuían hacia los cuatro puntos cardinales, y se alternaban durante las cuatro estaciones del año.

Lo que ningún celta supo jamás, es que detrás de toda esta simbología había una deidad, hija de dos campesinos corrientes, niña a pesar de sus siglos, y cuyo nombre ya no se debe nombrar.


2 comentarios:

Anónimo dijo...

Dicen que por muchos años que pasen, si un día tienes un gran problema, dices su nombre en bajito y aparece para ayudarte.

(Elegí bien)

Ernesto Castro dijo...

Es toda una intriga el nombre de quien-yo-no-se.

Un saludo.